Yo también me he sentido único alguna vez

¿Recordáis cuando teníais 15 ó 16 años y os sentíais diferentes por leer a Dostoievsky, Flaubert, Tolstoi, Stendhal o Thomas Mann? No diferentes en el sentido de arrogantes, sino simplemente de precoces, de haber llegado antes de lo habitual a la biblioteca de Babel y estar descubriendo un mundo (¡unos mundos!) que ni imaginabais. Recordad: esos momentos en que entrabais a una librería y pensabais en comprarlo todo con vuestra pequeña paga, cuando esperabais ansiosos la lista de lecturas que os propondrían vuestros profesores de lengua y literatura en cada inicio de curso, cuando un adulto os recomendaba un autor que no conocíais, cuando vuestros padres iban a hacer la compra a una gran superficie y os escapabais a la sección de libros, justo a la parte donde estaban los títulos de Alianza o Cátedra.

Seguro que os pasaba algo parecido con otras artes además de la literatura. Os empezaba a interesar un tipo de cine que no era el habitual a vuestra edad, os dejabais seducir por el arte y erais los que más disfrutabais cuando el instituto os llevaba a ver una nueva exposición. Incluso empezabais a sentir más simpatía por la música clásica que por ciertas tendencias pop. Esa precocidad, que poco a poco iba carcomiendo vuestra inocencia, acababa por marcar vuestro carácter y os otorgaba una sensibilidad que explotaría (para bien o para mal) siendo ya adultos.

Decidme: ¿quién de vosotros no ha sentido que algo se removía por dentro cuando de repente conocíais a otra persona que os hablaba con pasmosa naturalidad de Tolstoi o Thomas Mann, de Bach o Vivaldi, de Platón o Heidegger, de Turner o Lucian Freud, de Kieslowski o Bergman? Sentíais esa extraña sensación interior porque, en el fondo, esa otra persona se convertía en algo así como un espejo. Y como si sintierais la necesidad de recorrer cada centímetro del reflejo para aseguraros de que no era una ilusión, os lanzabais a preguntar, a citar, a compartir inquietudes… Porque esa otra persona tampoco jugaba a fútbol en el recreo ni hacía corrillos para hablar del programa de televisión de la noche anterior. Y leer tan pronto a autores tan determinantes, en una sociedad donde la cultura está tan desatendida, os convirtió en personas exigentes, pero sobre todo en únicas. Únicas en el sentido en que alguna vez habéis llegado a pensar que es difícil encontrar a alguien con quien podáis compartir tantas cosas. Hasta que encuentras a alguien. Y qué difícil se pone la vida a veces, ¿cierto?

Siempre he pensado que nuestra relación con los libros a lo largo de nuestra juventud determina nuestra manera de relacionarnos con los demás y de afrontar la vida. Somos más pasionales, nos volvemos más escépticos, pesimistas a veces, trágicos en otras ocasiones, pero también somos capaces de decidir, una noche, que a partir del día siguiente el mundo será nuestro. Y el mundo nunca acaba de ser nuestro del todo. Pero no importa, porque sabes que por muy cabrona que se ponga la cosa a veces, tienes a esos viejos conocidos en la estantería que nunca te han fallado ni lo harán jamás. Porque todo lo que tú crees excepcional ya ha sido vivido y escrito a lo largo de los siglos.

Josep Sempere

3 responses to Yo también me he sentido único alguna vez

  1. Jen

    Este post es una polaroid de mi adolescencia 🙂 A mí la precocidad quizá me convirtió en cínica, pero lo llevo bien.

    Nunca me he arrepentido de entregarle mi tiempo a tantos autores rusos y otros clásicos, cuando los demás compañeros de clase se dedicaban a otros entretenimientos totalmente distintos, pero quizá, ahora que tengo perspectiva, me he saltado una etapa de literatura juvenil que podría haber sido muy interesante. Algo leí en su momento, pero muy poco.

    ¡Gran post!

Deja un comentario